jueves, 22 de julio de 2010

Caminar & amar

Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo
Gandhi

martes, 13 de julio de 2010

Piedras que mueven

Ovidio me regaló una piedra pequeña y blanca en Santiago. Da igual de dónde sea. Llevan todo dentro. Como nosotros. Y me contó, bajo el sol y junto a otro peregrino, cómo había cambiado su vida y ahora ya vivía desde el corazón. Totalmente abierto. Hay que tomar decisiones, decía. Sí. Son necesarias para moverse. Manuel, el escultor de Guetaria, nos enseñó otras piedras. No son preciosas, son del mar, del monte. Pero sí, lo eran. Preciosas. Tenía una delante de su ventana en la que se vislumbraba un rostro, muy suave... Es tan hermosa, le dije. Y él me explicó que lo hacía con otra piedra, como hacían antiguamente. También me contó que un día llegó allí con una mochila y se quedó, porque le aceptaron tal como era. A Manuel le gustan las piedras que se mueven. Es importante que tengan movimiento, dice mientras apoya su mano en una de ellas y la va inclinando hacia una u otra posición.
Axel me ha regalado una que parece un caramelo de miel. Dulce. Brilla, refleja, y está como mordida. Imperfecta y perfecta.

lunes, 5 de julio de 2010

Plumas y gorriones


El sábado me dijo, toma, te he traído un regalo. Y me tendió una pluma enorme, preciosa, que había encontrado por el camino. Para que puedas hacer tus alas y encontrar la libertad.

El domingo la encontré.

Y hoy lunes he regresado de ese destello, conduciendo entre montañas, con lágrimas de alegría y de nostalgia.

De camino a la oficina he parado a tomar un café en el aeropuerto. Estaba vacío. En el bar sólo había una chica sentada con un libro. La luz entraba salvaje a través de las paredes de vidrio. Se veía el cielo, se veía todo, pero estaba encerrada entre cristales y vigas. Estaba pensando en eso, cuando he visto un gorrión revoloteando de mesa en mesa. Pobrecito, aquí encerrado, le he dicho al camarero. Y, sonriendo, me ha contestado, no, que va, entran y salen cuando quieren por unos agujeros. Ah. Y he sonreído al gorrión. Y él me ha guiñado un ojo.